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Deshidratada
Por: Sheryl Spencer, Virginia
“Dios, Dios mío ere tu; de madrugada te buscare; mi alma tiene sed de ti, mi carne de anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas” Salmo 63:1
Nunca había pensado tanto en la palabra deshidratada; pero últimamente la he escuchado mas de lo que hubiera querido. En los últimos meses, he sido ingresada en el hospital dos veces por causa de deshidratación y he tenido que recibir hasta diez bolsas de suero.
La deshidratación es le perdida de agua y sales esenciales para el funcionamiento normal del cuerpo, y ocurre cuando se pierde mas fluido del que entra en el cuerpo. Puede ser el resultado de una enfermedad, estar en un clima seco y caliente, la exposición prolongada al sol o las altas temperaturas, o no tomar suficiente agua. La deshidratación afecta el delicado balance del fluido y la sal para mantener celular y tejidos saludables.
Espiritualmente hablando, nuestros cuerpos también se pueden deshidratar. Cuando perdemos mas agua espiritual (Jesús) de la que tomamos, nos podemos secar y quedar estériles. Jesús le dijo a la mujer samaritana junto al pozo: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed, mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en el una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan4:13-14).
Nuestra deshidratación espiritual puede suceder rápidamente en ocasiones, sin que nos demos cuenta. Una enfermedad física puede causar que perdamos la fe; podemos permanecer en una atmosfera espiritual y seca por mucho tiempo; o simplemente, podemos fallar en tomar suficiente agua de vida eterna. La deshidratación espiritual afecta el delicado balance entre el agua de vida y el aliento (Espíritu) de Dios necesarios para mantener un cuerpo espiritual saludable.
Así como las diez bolsas de suero re-hidrataron mis tejidos y células, el Seno hizo lo mismo en el valle de los huesos secos (Ezequiel 37) cuando soplo vida en aquellos cuerpos inertes, y ¡revivieron!.
Yo se lo que se siente estar en el valle de los huesos secos. Algunas de ustedes se encuentran ahí ahora, están cansadas de estar enfermas física o espiritualmente; tienen hambre y sed de un derramamiento ungido de Su Espíritu. Permítame por un momento ser su enfermera e inyectarle este suero espiritual: “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay; seca esta de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desamparare. En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca. Daré en el desierto cedros, acacias, arrayanes y olivos; pondré en la soledad cipreses, pinos y bojes juntamente, para que vean y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo creo” (Isaías 41:17-20).
¿Esta usted re-hidratada? (Lea Salmos 84:5-7; Apocalipsis 7:17)