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Siervas de Su viento
Por: Evelyn Adams, Tennessee
“Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir…” (Marcos 10:45).
Recientemente un estimado amigo de mas de 35 años paso 5 semanas internado en el hospital.
Su familia había estado con el día y noche; pero una noche el parecía estar descansando bastante bien que toda la familia decidió irse a la casa a descansar. No obstante, fue algo muy natural que este siervo de Dios escogiera esa noche para silenciosamente salir por la puerta de atrás de la habitación del hospital e irse a morar con el Señor, escogiendo lo que era mejor para la familia que tanto amaba.
En estos días de mega iglesias y asambleas, no olvidemos que el Espíritu nos llama a cada una de nosotras a servir a otros en humildad.
Dios no se impresiona tanto con la magnitud de nuestro trabajo sino con el amor, obediencia y actitud con que lo hacemos. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).
En ocasiones, el viento del Espíritu fluye con gran poder, derrumbando fortalezas y desbaratando las fuerzas de maldad; sin embargo, no podemos olvidar que ser una sierva también es obra del Espíritu. Tal vez fallamos en percibir esto porque nos hemos acostumbrado a buscar lo poderoso. Pero el Espíritu todavía nos habla por medio de un “silbido apacible”, y nos sigue llamando a servir a otros tranquilamente. No importa que el enemigo le haga sentir que su rol como madre es un ministerio inferior que dirigir en un estadio. No permita que el enemigo le haga pensar que alimentar a su madre, cuya enfermedad le ha hecho borrar su niñez de su memoria, es un ministerio menor que predicar a las multitudes. No permita que el enemigo le haga pensar que reemplazar una pieza en el auto de una viuda es un ministerio menor que la sanidad de los enfermos. Ministramos siendo obedientes al Viento que fluye a través de nosotras, sin importar hacia donde sopla la barca de nuestras vidas.
Los verdaderos siervos y siervas no necesitan los aplausos de los hombres, tener sus nombres escritos en edificios o tener ministerios que lleven sus nombres; ellos ministran a causa del amor que se desborda de sus corazones agradecidos. Necesitamos contemplar seriamente nuestros motivos. ¿Estamos ministrando porque anhelamos recibir la afirmación de otros, o porque el Viento del Espíritu ha llenado nuestros corazones con Su amor que tenemos que buscar donde liberar ese desbordamiento?
Por favor lea: Filipenses 2:5-8; 1Reyes 19:9-21.